sábado, 19 de enero de 2013

Santuario Nacional de la Gran Promesa

Santuario Nacional de la Gran Promesa

            En 1595 adquirió el patronazgo tanto de la iglesia como del colegio de San Ambrosio de la Compañía de Jesús, el vallisoletano Don Diego Romano de Victoria, obispo de Puebla de los Ángeles (México), quien dispuso su enterramiento y el de sus familiares en la Capilla Mayor del templo. La construcción de la iglesia y del colegio no se inició hasta las primeras décadas del siglo XVII, se siguieron las trazas del arquitecto Francisco de Praves, y fue él mismo el encargado de dirigir las obras. En 1665 el templo se abrió al culto, aunque su Capilla Mayor aún no estaba terminada.

            El 14 de mayo de 1733 se produjo un hecho que marcó la historia de la iglesia, el entonces estudiante de teología y futuro padre jesuita Bernardo Francisco de Hoyos cuando estaba rezando al Sagrado Corazón de Jesús recibió en el presbiterio del templo la “Revelación de la Gran Promesa”, escuchando las siguientes palabras “Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”. El 25 de septiembre del mismo año oyó otra voz que decía “Pídeme lo que quieras por el Corazón del Santísimo y mi Hijo, y te oiré y te concederé lo que me pidas”, Bernardo Francisco de Hoyos pidió la extensión del Reino del Sagrado Corazón de Jesús en España.

            Después de ser expulsados los jesuitas de España en 1767, la iglesia de San Ambrosio se convirtió en la parroquia de San Esteban. El 27 de noviembre de 1869 sufrió un gran incendio que, aunque no dañó la estructura del templo, se perdieron casi todas las obras de arte del interior, siendo necesario la donación de piezas y mobiliario de otros templos vallisoletanos para poder reabrir la iglesia un año después. El 15 de junio de 1941 el templo fue consagrado con el nombre de “Santuario Nacional de la Gran Promesa”, debido a las apariciones de 1733, para lo cual se efectuaron obras de remodelación y ornato que alteraron la primitiva sencillez que poseyó el templo jesuítico. El 12 de mayo de 1964 el Papa Pablo VI emitió una bula por la que el templo alcanzaba la categoría de Basílica Menor.

Planta de la iglesia

            El templo es muy parecido a la Colegiata de Villagarcía de Campos y a la iglesia de San Miguel y San Julián de Valladolid, se ajusta a la tradición jesuítica, tiene planta rectangular y en ella se inscribe una gran nave con capillas entre los contrafuertes comunicadas entre sí, un crucero alineado y una cabecera con capilla mayor rectangular y dependencias cuadradas a los lados, está cubierto con bóveda de cañón con lunetos, para el crucero se utiliza cúpula de media naranja sobre pechinas con linterna, decorada con un elaborado mosaico inspirado en formas venecianas y bizantinas, las bóvedas están decoradas con yeserías planas. Los tramos de la nave se separan mediante pilastras toscanas que enmarcan arcos fajones de medio punto, sobre los que se abren balconcillos para las tribunas.

Portada principal

            El edificio está construido con piedra, ladrillo y tapial. La fachada principal es de piedra y presenta dos cuerpos, el inferior está concebido de manera de arco triunfal y el superior está coronado con un frontón triangular. La portada es adintelada y sobre ella se disponen los escudos de Don Diego Romano, y el real de Carlos III que debió sustituir al del Colegio tras la expulsión de los jesuitas.

Detalle de los escudos situados en la portada

            El interior está decorado con suntuosos mármoles, dorados y mosaicos, compartiendo el espacio con retablos, pinturas, y tallas correspondientes a los siglos XVI, XVII y XVIII, procedentes en su mayoría de otros edificios religiosos vallisoletanos.

Interior del templo